lunes, 21 de febrero de 2011

LITERATURA HONDUREÑA: MARCO TEORICO

               
                                        JORGE LUIS OVIEDO


INTRODUCCIÓN GENERAL

    Una de las expresiones más frecuentes en círculos, incluso de escritores, reconocidos o no, fuera de muestras fronteras, ha sido la de negar rotundamente la existencia de la literatura hondureña.
     Negar o negarse a sí mismos, como ocurre con muchas personas, no es algo nuevo, pero obedece, en parte, a una suerte de subdesa­rrollo mental que pesa mucho en el común de los mortales y también en algunas personas que se supone liberadas de esos prejuicios.
    Al respecto vale la pena dejar bien sentado nuestra concep­ción de lo que puede denominarse literatura hondureña. Voy por ello, en primer término a definir, groso modo, la literatura en general,porque también esta se entiende de muy variadas formas.

CONCEPTO

    La concibo como toda manifestación o expresión verbal (oral o escrita) en la cual subyace, por encima de toda pretensión comunicativa,el goce artístico o estético.
    Cuento, novela, relato, fábula,epopeya, poema, ensayo "especulativo",en el que predomina más bien la inquietud que la verdad científica del tratado, en fin todo aquello que rompe con el esquema básico y más usual de toda lengua, servir de medio, vehículo o canal de comunicación.
     La literatura es  sublime o  grotesca.
     Catulo, por ejemplo, puede de pronto provocar cierto malestar cuando escribe: "No creo, asístanme los dioses,que pueda yo establecer diferencia alguna entre olerle la boca o el culo a Emilio. Nada hay más limpio que este,ni nada más sucio que aquella,pero incluso el culo es más limpio y mejor,pues carece de dientes;su boca tiene unos dientes de pie y medio ,unas encías como las de una vieja caja de carro y, además,un rictus semejante a la vulva,abierta por el calor, de una mula que orina. Este individuo goza de muchas mujeres y se las da de elegante.
 ¿Y no se le envía a la muela y a vigilar el asno? Y aquellas que le tocan, ¿no las consideramos capaces de lamer el culo de un verdugo enfermo?. (Catulo,Poesías. Aguilar,madrid,1967.pp147-148)
También  don Francisco de Quevedo´, no fue menos en su épo­ca,veamos para el caso "A la edad de las mujeres": De quince a veinte es niña;buena moza/de veinte a veinticinco, y por la cuenta/gentil mujer de veinticinco a treinta./¡Dichoso aquel que en tal edad la goza!       De treinta a treinta y cinco no alboroza; / mas puédese comer con sal pimienta;/ pero de treinta y cinco hasta cuarenta/ anda en vísperas ya de una coroza.
A los cuarenta y cinco es bachillera,/ganguea,pide y juega del vocablo;/ cumplidos los cincuenta da en santera,       Y a los cincuenta y cinco echa el retablo. / Niña,moza,mujer,vieja,hechi­cera,/ bruja y santera, se la lleva el diablo."
    En Quevedo, sin embargo, encontramos el otro extremo, en,por ejemplo, "Amor constante más allá de la muerte":"Alma,  a quien todo un Dios prisión ha sido,/ venas,que humor a tanto fuego han dado, /médulas que han gloriosamente ardido, /  su cuerpo dejarán, no su cuidado;/ serán ceniza,mas tendrán sentido;/ polvo serán, mas polvo enamorado". Poco verso de amor tienen tanta fuerza como estos que he citado del Soneto de este polifacético autor, cuyo final a motivado inconta­bles escritos y recreaciones ­en los poetas posterio­res. Entre los nuestros, José Luis Quesada,por ejemplo.
     La literatura, por esas cosas, por ser generalmente rebelde ha sido tradicio­nal­men­te prohibi­da. Los grandes clásicos  que hoy se leen, figuraron hasta hace pocos años en las listas negras de la iglesia Católica o, en otras ocasiones, de algún gobierno despótico.
      Desde luego lo grotesco y lo sublime son acciones delibera­das en los autores, producto eso sí, de sus estados de ánimo, de sus concepciones del mundo y de sus posturas políticas en la ´època que le ha correspondido vivir. Desde la sensorialidad de una Darío, pasando por la adecuación del ritmo poético al del Son cubano de Martí,hasta los enredos anímicos de Vallejo, para expresar sus más profundas depresiones, la poesía es siempre la misma, es decir, la imprevisible manifestación del hombre a través de la palabra.
     Dura o tierna, sensual o grotesca, armoniosa o brusca, escasa o extensa, de corto o largo aliento, optimista o tacitur­na; de tantas maneras posibles, porque refleja,por eso mismo, la complejidad del ser humano,de todas y tantas formas más es la literatura.
    La moral,el decoro o el afán didáctico  son elementos secundarios y,por tanto, no definidores para una buena o mala literatu­ra.
      Tal vez, por esas circunstancias externas de otras épocas, y de la nuestra incluso, fue que El Quijote entró de contra­ban­do a combatir a la inquisi­ción americana,pues formaba parte de una extensa lista de obras prohibidas.
     La novela tal como se habrá de desarrollar y concebir en Europa fue una de las formas literarias en surgir tardíamente en América, lo cual no significa que no se haya hecho literatura.
     Las culturas indígenas tenían, es verdad una enorme tradición literaria, pero poco sobrevivió a la avalancha de los conquistadores y a la persecución inquisitorial del clero ignorante.
        Por fortuna, hubo otros religiosos que terminaron, gracias al humanismo creciente, comprendiendo a los vencidos y se dieron a la tarea de recuperar parte de nuestro pasado.
       Hay países hispanoamericanos que por esa razón conservan algunos libros fundamentales. Desde luego, corresponden estos libros a una literatura testimonial y decididamente religiosa, por reflejar no precisamente el goce estético, sino más bien la reacción entre el hombre y las divinidades. Y por otra parte, el arraigo histórico.

LENGUA Y LITERATURA

      Además de la manera cómo concibamos esta manifestación artística que se expresa por medio de la palabra, de la magia que se le otorga  al verbo, su capacidad de crear con sólo nombrar las cosas. "En el principio era el verbo/ y el verbo era Dios dice San Juan en su evangelio. Al margen de esto, pues, surge otro elemento que debe delimitarse claramente al momento de intentar definir cualquier literatura; y es la relación de esta con la lengua a través de la cual se expresa un determinado autor o grupo de escritores.
       Si consideramos esta tendencia clasificadora como la única válida, indudablemente que no cabrán los términos siquiera de literatura hispanoamericana, mucho menos el ambiguo de latino­americana o,más aún, los de norteamericana, mexicana, argentina, colombiana, etc.
         Solamente podríamos considerar como correctos los de literatura de lengua española, inglesa, francesa, latina, griega, hebrea, rusa,japonesa, china,etc., en la medida que estas lenguas resultaran ser la expresión genuina culturalmente hablando de cada una de las naciones o pueblos a que corresponde.
       Fácil de definir hace 500 años, pero improbable totalmente en la actualidad.
       Para el caso, la literatura norteamericana se escribe básicamente en lengua inglesa, hay autores ,rusos, polacos,etc. que han adoptado esta, su segunda lengua y no la suya materna, como la exclusiva para hacer  literatura. Todavía más, Estados Unidos es,por circunstancias de la situación comercial y de la geopolítica mundial, el país del mundo donde más confluyen gentes de todas las nacionalidades y lenguas posibles.¿Hasta dónde entonces podría hablarse, desde esa perspectiva, de una "auténti­ca literatura norteamericana" y no se diga, más allá, de una posible literatura inglesa, abarcadora como es, se entiende de la de varios países de distintos continentes:Reino Unido en Europa­, Los Estados Unidos en América y Australia en Oceanía,en­tre otros?
      Si analizamos la literatura de lengua española tendremos un caso también particular, pues es,prácticamente la lengua oficial, (aunque a veces se defina como castellano, español o simplemente lengua nacional) del mayor número de países en el mundo: España en la península ibérica, Argentina, Chile, Ecuador, Perú, Uruguay, Paraguay, Bolivia, Colombia, Venezuela, Cuba, Puerto Rico, República Dominicana, México, Guatemala, Honduras, Nicaragua, El Salvador, Costa Rica, entre otros en Hispano­américa, ­va­rios países en el Africa, amplios masas poblacionales en los Estados Unidos, en Israel y en otros países.
      Nos caben aquí tantos conceptos como los que deriven obviamen­te de igual número necesario de clasificaciones. El primero corresponde, sin duda, al de la lengua: Literatura de lengua castellana o española. Prefiero el de castellana por ser lingüísticamente más apropiado.
        Es , por otra parte, el concepto más abarcador, porque in­clu­ye todas la literaturas de los países de habla hispana.
        Pero ¿ quién me asegura a mí que por el  hecho de estar escrita en una misma lengua, la obra de un argentino es totalmen­te afín a la de un  mexicano?
     Entre José Hernández, autor del Martín Fierro y Julio Cortázar, ambos argentinos, ¿qué pesa más:las diferencias o las afinidades?
      Cuando Darío abrevó por afán universal en otras fuentes no castellanas, sino galas, indudable­mente que su poesía era más cercana a la lengua francesa que a la española, aunque por otra parte, haya logrado con su lírica devolverle a la métrica nuestra ciertos ritmos perdidos, así como descubrir nuevos caminos de aprovechamiento fónico.
       Volvemos entonces a un punto confuso, a un nudo gordiano o a un punto muerto que es incapaz de abarcar en forma precisa y de manera totalizante las más diversas manifestaciones verbales con afán estético que se manifiestan por medio de una misma lengua. O ¿quizá no? A lo mejor el lenguaje de la literatura o cuando menos, las intenciones de los escritores si son comu­nes,marcadamente más comunes que las propias lenguas en que cada uno se expresa, como sucede con las demás artes.


REGIONALIDAD

     Surge necesariamente la necesidad de buscar otros marcos definidores. ¿Si no es posible a través de la lengua, cuales deben ser entonces los parámetros a tomar en cuenta?
      Uno de ellos es lo regional. Aquí comienza otro intento, no menos válido, para el estudio, sobre todo. Se postularán así, para la literatura de lengua castellana, nombres como Iberoame­ricana, Hispanoamericana, Caribeña, Afrocaribeña, Centroamerica­na, hasta el impreciso de Latinoamericana, por extensión de otras denominaciones referentes a cuestiones políticas, étnicas,etc.         Quedémonos por ahora, con los dos primeros. Iberoame­rica­na corresponde a una regionalidad mayor por una parte y, por otra  a una, no menos sutil, intención que deriva de la época colonial,  hacer prevalecer en lo americano, lo ibérico, en este caso particular lo hispánico, más que lo castellano.       
      Hispanoamericana es la visión contraria, la nuestra, la del continente mestizo como ha dicho Benedetti, es decir, reafirma­ción de lo americano por medio de lengua castellana, más que española.
      Ha resultado, por cierto, el punto de encuentro más afín para estudiar la literatura de todos los países america­nos que tenemos una misma lengua común y una`época colonial igualmente común, lo que llamó Martí: Nuestra América.
      Ahora bien, ese mosaico que constituye Hispanoamérica, la homogeneidad no es algo que aflore tan fácilmente. Son, de repente más las diferencias que las semejanzas o quizás iguales. Lo cierto es que la manera como se ha conformado cada país responde a circunstancias históricas, étnicas, sociales,etc. algunas veces parecidas y otras totalmente divergentes.
    De modo que esta regionalidad mayor ya ha sido seccionada por otras  menores. Antropológicamente se señalan  grandes áreas: Mesoamérica, el caribe y el sur, por lo general. Pero es claro también que las culturas originales de América, han influido en unos países más que en otros o bien, como en los casos de Uruguay, Argentina y Costa Rica, esta vertiente ha sido completa­mente marginal o no ha existido siquiera.
     Otro elemento importante de la regionalidad es lo que se relaciona a la lengua, sobre todo la oralidad, fuente inagotable para la literatura hispanoamericana desde siempre, pero fundamen­talmente, a partir de la época independiente, en algunos momentos más que en otros: piénsese por ejemplo en la literatura gauches­ca­, en la narrativa costumbrista, la novela indigenista, el criollis­mo,etc., hasta la inclusión en la literatura actual de  la oralidad de los grandes centros urbanos: desde el Argentino Roberto Arlt o el Hombre de la esquina Rosada de Borges, hasta cualquier escritor contemporáneo de México o de la Habana o de casos especiales como el de Eraclio Zepeda en México que escribió un libro con abundante léxico  de la región chapane­ca. cuando todo mundo daba por caducada esa forma de incorporar el habla en la literatura.

    Por supuesto, nadie puede obligar al escritor a escribir de tal o cual forma,o a aprovechar el lenguaje de esta o aquella manera. No es posible. Y como eso no es posible, en la la producción del escritor todo es factible, como en el resto de las artes.
   No es casual, pues que luego de la ruptura modernista, buscando el norte, es decir , el cordón umbilical en tierras y sitios exóticos se vuelquen los autores hacia lo netamente hispanoamericano hasta rayar, finalmente en un extremista regionalismo, que volvió, sin duda por esa vía, las obras más nacionales en cuanto resultaban menos comprensibles para los lectores de terceros países. Salarrué es el caso más sobresalien­te de esta actitud.
       Por ello mismo Salarrué, excelente cuentista, se ha negado a sí mismo su universalidad, pues a los lectores contemporáneos resulta tan incomprensible como cualquier texto de hace 500 años.
     Salarrué ha llegado al extremo de ser incomprensible para los lectores actuales de su propio país. Habrá que traducirlo al castellano actual, con el riesgo claro de que se pierda cierto encanto y parte de la inocencia que el vocabulario suponía para muchos de sus personajes.
     Lo regional, pues como vemos, como las otras formas, nos sirve en algunos momentos y en otros nos resulta innecesaria.
      Siguiendo, pues, esa necesidad clasificadora surge la  vía del nacionalismo, es decir, la de las literaturas nacionales.
 



LAS LITERATURAS NACIONALES

Volvemos al punto de partida ¿existen las literaturas nacionales?
Existe el hombre nacional? El escritor nacional? Es este el criterio realmente correcto, el más apropiado o es mera deriva­ción de las consideraciones políticas que tiene que ver con la migración, con los viajes y con los límites territoriales más que con las fronteras culturales?
    Aquí confluyen además como los ríos y los hombres, las consideraciones anteriores que no obedecen a patrones prefijados y estables permanentemente: lengua y regionalidad a quienes debemos agregar el siempre inquietante concepto de la identidad nacional.
       La lengua que es común a todos los hispanoparlantes es, por un lado herencia de nuestros colonizadores y por otro, para la gran mayoría (criollos, mestizos y etnias asimiladas idiomáti­camente) nuestra lengua materna por adopción. Es nuestra lenguastra;pero madre al fin, porque las otras que tenemos como posibles sustitutas son el inglés,el francés,etc.
     Enriquez Ureña en su ensayo "El descontento y la Promesa" en la parte correspondiente al Problema de la lengua, dice entre otras cosas "En literatura el problema es complejo, es doble: el poeta, el escritor, se expresan en idioma recibido de España. Al hombre de Cataluña o de Galicia le basta escribir su lengua vernácula  para realizar la ilusión de sentirse distinto del castellano. Para nosotros esa ilusión es fruto vedado o inacce­sible. ¿Volver a las lengua indígenas? El hombre de letras, generalmente las ignora,y la dura tarea de estudiarlas y escribir en ellas lo llevaría a la consecuencia final de ser entendido entre muy pocos , a la reducción inmediata de su público." (Seis ensayos en busca de nuestra expresión,Managua, edit. nueva nicaragua, pag. 36) Ya hemos señalado lo lamentable del caso de Salarrué quien llevó a extremos el criollismo, sobre todo en lo que al léxico respecta. Magnífico escritor que se negó a sí mismo que lo  siguieran leyendo por siglos en la forma original. En nuestro país tenemos esporádicos casos de incorporación del lexico indígena por parte de algunos escritores. El más signifi­ca­tivo es el de Galel Cárdenas que sin ser extremista resulta inaccesible ante el lector no iniciado en algunos de sus poemas de Pasos de Animal Grande.
     Obviamente, el concepto de lo nacional no surge pues del idioma común: el castellano.
    Por otra parte lo que se conoce de literaturas indígenas:me­xicana ( los libros del Chilam Balam), Guatemalteca (El Popol Vuh,etc.), sucede que su difusión se ha logrado a través del castellano, del inglés y del francés, es decir, de las lenguas accidentales.
     El interés por las etnias nativas es más bien reciente, tan cercano a nuestros momentos que la mayoría de las lenguas indígenas siguen siendo ágrafas.
      En nuestro país entrará, hasta el próximo año en vigencia la educación bilingüe intercultural:castellano-lengua de la etnia respectiva.
    ¿De dónde nos viene,  el sentido de lo nacional entonces? Por el conjunto de valores espirituales que nos distinguen del resto de países, a los cuales debemos agregar algunos patrones de conducta, vestimenta, comidas, tradiciones­,etc., o, básicamente por la necesidad de inventarnos, de hacernos sentir en el concierto de las naciones?
    Hay,pienso,ciertos equívocos cuando se asume totalmente lo nacional como cuando se lo niega expresamente.
     Una cosa es cierto, ninguna nación o república americana se puede reconocer a sí misma como un pueblo o cultura. Ni México asimiló como debió corresponder la herencia azteca; perú la de los incas y guatemala la de los mayas. La mayoría de los hondureños ignoran que nuestros antepasados eran por lo general lencas;como también ignoran que pese a ser este el grupo étnico que se encontraba en mayor territorio y cantidad poblacional que los demás, fue de los primeros en perder completamente su lengua y asumir el castellano como su idioma materno.
     Lo nacional, entre nosotros es un concepto que tiene que ver más con la nación que con las posibles tradiciones ancestra­les. Bailes, ritmos, canciones, comidas,etc. se nos presentan similares entre Mexico y centroamérica. Algo similar sucede en América del Sur.
      Asumamos entonces que la designación de lo nacional obedece más bien a una urgente necesidad de elevar nuestras voces, de hacernos sentir como países.
      No puede asumirse rasgos de identidad completamente autóctonos u originales. La regionalidad: cuyos efectos se expresan en algunas manifestaciones particulares más que generales, son los que de alguna manera nos identifican de otras naciones;pero esos rasgos son bastantes repetitivos entre grupos de países en Hispanoamérica:lengua, comidas, religión, vestimen­ta, etc son  características, por lo general, similares entre nuestras naciones.
      Los hispanoamericanos de pronto podemos ser, por esa misma razón, lo seres más universales. Lo nacional o el nacionalismo es más un afán natural en el hombre que se manifiesta como forma de hacer prevalecer la nostalgia por el origen.
     Sin embargo, al margen des estas o cualesquiera otras consideraciones, tampoco puede  negarse  un arte y una literatu­ra nacionales, menos aún, negar rotundamente a los autores de ese arte y esa literatura, como algunos lo hacen.
      Obviamente, Asturias, Neruda, García Márquez, Vallejo, Octavio Paz, son más escritores  hispanoamericanos que  guatemal­tecos, chilenos, colombianos, peruanos o mexicanos, respectiva­men­te.
       Rubén Darío, su voz universal y su afán cosmopolita resume al escritor de su época; y ya no importa si es Nicaragüense, si pasó parte de su infancia en Honduras, si se dio a conocer mundialmente en Chile, etc., si no lo que su postura estética representó para las letras de toda Hispanoamérica.
      Todo autor, todo escritor, pues, es a la vez que nacional (hondureño, cubano o chileno)hispanoamericano y de lengua castellana.
       Si lo que se escribe es intrascendente, no se puede decir de quien lo escribió que sea escritor y, de hecho no  vale en ninguno de los contextos señalados.
      Por eso rechazamos esos reclamos sin sentido de:¿ cuándo se escribirá la gran novela de la literatura hondureña, el gran poema épico? ¿Cuándo habrá un Darío, un Neruda  un Borges, un Octavio Paz en Honduras?
       La respuesta es: nunca. Octavio Paz nació en México y abrevó en su país natal y en Europa; Neruda nació en Chile y se dio a conocer primero en su país pero fue un vagabundo que conoció muchos países poetas, artistas nutriéndose de todo cuanto pudo.
    Darío, por ejemplo fue acusado de Galicismo mental, por haber asumido como modelos a los poetas malditos de Francia. Pero quién si no Darío es realmente cosmopolita, universal por afán y por inevitable destino como lo son todos los grandes maestros de la literatura.
    Está bien que los nicaragüenses se sientan orgullosos de que Darío haya nacido y pasado sus primeros años (niñez y adolescen­cia) allí;pero Darío es  más universal que nacional. Es tan arrollador con sus formas poéticas, su afán renovador  que marca una línea divisoria entre lo español y lo hispanoamericano literariamente hablando; Darío es la síntesis de todo una inmensa región de modo que se sale con exceso del marco de lo nacional, precisamente porque su  literatura se expresa en Castellano y no en una lengua nativa de Nicaragua.
 El acceso a la tradición se manifies­tan mejor en unos países que en otros, resultado de ello, más frecuentemen­te en algunos habrá escritores de mayor trascendencia continental y universal.
       También nos oponemos a esas divisiones tan comunes hoy día, que vuelven a la literatura masculina o femenina. La literatura es una sola. A mi me gusta igual la lectura de Sor Juana Inés que la de Quevedo. Y no disfruto a Quevedo por que diga tal o cual cosa de las mujeres o Sor Juana Inés porque recrimine de los hombres, sino por la forma en que cada uno escribe o sabe decir esas cosas, sobre las que muchos opinan pero no de igual  manera.
       Hay, creo, en todo escritor auténtico un afán que más que universal o cosmopolita, humano, y este es, su conciencia de ser poeta, su conciencia de escribir responsablemente ayer o ahora o mañana, hay un idioma universal en la literatura que transcien­de incluso las limitantes del lenguaje, y ese idioma ( cuyos efectos podemos verlos a través de la literatura comparada) obedece a ciertos afanes e inquietudes y a los grandes  princi­pios generales del arte, que son comunes a todos los autores, sin importan la época, la cultura y el idioma,etc.
      Lo nacional existe en cuanto que inmediato, cercano. Lo nacional para Homero fue la Guerra de Troya; para Moisés la historia del pueblo judío, para el autor del Mío Cid, la guerra de reconquista en la que triunfan finalmente los reyes católicos; para Asturias lo serán Estrada Cabrera y la mitología maya-cristiana plasmada en El señor presidente y Hombres de maíz respectivamente; para García Márquez la ideosincracia hispanoame­ricana (caribeña sobre todo), las guerras civiles (que en el pasado y el presente siglo no han sido exclusividad de Colombia)­;en fin, con la excepción de Borges más que de Darío,porque el argentino va de lo nacional a lo universal y en Darío la operación es a la inversa.
        Por otra parte las formas, salvo raras excepciones en la extensión del verso, en cierto tipo de composiciones típicas de una época o de una cultura, la literatura no ha seguido, como el resto de las artes patrones fijos que deban permanecer inaltera­bles. Lo que hoy es válido mañana dejará de serlo. Sobrevivirán los escritores que hacen trascendente lo nacional o los que hacen trascendente los valores universales del hombre. Borges o Darío, no importan como se encuentren en dichos extremos, son trascen­dentes en ambos casos,porque los dos supieron asimilar la tradición universal de la literatura.
     Lo nacional, bajo un tratamiento autentico y novedoso, se volverá siempre universal; porque, después de todo, las creen­cias o valores humanos son también universales.
       La Literatura hondureña existe en cuanto que Honduras existe como país, no como cultura nacional. Pero está claro que es parte, no extensión o sumatoria, de esos dos universos mayores a los que del mismo modo pertenecen todas las demás literaturas nacionales, que son la Hispanoamericana y la de lengua castella­na.
    
      Por ello diremos que la primera gran cultura es la del ser humano; no me refiero al surgimiento sino al debe ser.Dignificar al hombre debe ser el fin de toda cultura. El Dios es él. Todo lo demás, la forma como cada pueblo, cada etnia y cada idioma lo exprese, serán maneras de manifestarse de ese cuerpo mayor que es el ser humano.
       Como parte de todo este contexto entiendo y asumo la literatura hondureña, como algo que solo nos pertenece y nos expresa relativamente.
      Si en un momento determinado alguien transciende más allá de las fronteras territoriales o se elevan sus escritos a la altura de los más reconocidos escritores contemporáneos o del pasado, dependerá de un conjunto de circunstancias, algunas de las cuales, no son necesariamente literarias.
      El que escritores auténticos no gocen de fama en un momento determinado, nada significa esto para su obra.
       Para culminar esta reflexión en torno a lo nacional citaré a José Carlos Mariátegui cuando dice: "Una teoría Moderna--literaria,no sociológica--sobre el proceso normal de la literatu­ra de un pueblo distingue en él tres períodos: un período colonial, un período cosmopolita, un período nacional. Durante el primer período un pueblo,literariamente, no es sino una colonia,una dependencia de otro. Durante el segundo período, asimila simultáneamente elementos de diversas literaturas extranjeras. En el tercero, alcanzan una expresión bien modulada su propia personalidad y su propio sentimiento." (Siete Ensayos de Interpretación de la realidad peruana, Grijalbo, Barcelona, 1976, pag.195).
        Obviamente esto es aplicable a Hispanoamérica y podrá verse mejor en brasil como nación que en cualquier otro de Hispanoamérica.
       Sor Juana Inés es una escritora colonial, sus fuentes son las de la literatura española no las de la realidad indígena americana. Darìo represente muy bien el período cosmopolita, así como los primeros pasos en la búsqueda de lo nacional. La poesía gauchesca primero , es una voz que precede lo nacional, pero sobre todo esta etapa se manifestará con el criollismo, la novela de la tierra, la novela de la revolución mexicana, la novela indigenista, la poesía afrocaribeña,etc. que predomina en la primera mitad del presente siglo.
        Ese desmesurado afán localista encontrará finalmente un punto de equilibrio, sobre todo en el léxico hasta hacer que la literatura hispanoamericana transcienda, como propia, como voz de un subcontinente y no como objeto raro.
           La literatura Hispanoamericana de lengua castellana tiene en sus afinidades y discrepancias un cuerpo reconocible, una presencia sólida en el concierto de la literatura universal. La literatura hondureña es parte de ese cuerpo, no está al margen.
      Cuando Antonio José Rivas o Roberto Sosa aparecen en una Antología de poesía hispanoamericana, son eso, parte de esa manifestación global, aunque hayan nacido en Honduras y asimilado la tradición del todo el subcontinente desde Comayagua o Tegucigalpa.
       Lo mismo ocurre cuando son las voces de Julio Escoto o las de Eduardo Bähr o cualquier otro cuentista el que se incluye en muestras similares.
       Aceptemos , pues, lo nacional en el marco de esa relativi­dad que hemos expuesto. A partir de él hemos enfocado nuestro trabajo.
   




LAS ÉPOCAS

   En la historia de nuestros países hay tres momentos bien delimitados: época prehispánica,colonial e independiente.

Qué significan o representan cada una de estas épocas para la literatura? Y ¿Qué representan las literaturas indígenas  para las literaturas nacionales que se manifiestan en una lengua distinta: el castellano?
   Con relación a las  interrogantes que nos hacemos  debemos considerar  lo siguiente: 1) La etapa prehispánica no se presenta de igual manera en cada uno de los países; 2) las actua­les fronteras nacionales no equivalen a las regiones culturales ni de la mencionada época ni de la colonial; 3) No existe, sino hasta tiempo recientes, un relativo y creciente interés por el conocimiento de las culturas amerindias en cada uno de nuestros países; 4) no se produjo, salvo a través de algunas tradiciones populares, sincretismo entre la literatura española y las literaturas nativas;5) el concepto de literatura como manifesta­ción artística independiente de la palabra, no se manifiesta en la época colonial en todas las provincias americanas;(*) y, 6) La literatu­ra hondureña que hemos venido recono­ciendo como tal se escribe en Castellano.
   Sobre la las literaturas indígenas conviene,incluso, tener presentes más elementos, porque involu­cramos naciona­lidad (por delimitación del  territo­rio). Esto me obliga a asumir una literatura misquita como hondureña, porque una parte de los misquitos vive en Honduras. Pero no debemos olvidar que también hay misquitos en Nicaragua. ¿Hay, entonces, una literatura misquita nicaragüense? También hay garífunas en Belice. Y en Belice la lengua no es el Castellano, es el inglés.
   También involucramos más de una lengua. Quizá valga, en esto, la pena considerar, por ejemplo el caso mexicano.
   Nadie duda de la existencia de una presencia de lo que denominamos literatura mexicana en el contexto hispanoamericano e incluso universal.
    Nezahualcoyotl es un gran poeta, tan importan­te en México, como Sor Juana o como Juan Rulfo de repente. Es un notable poeta que llega hasta nosotros por medio de la traducción, de la misma forma como conocemos otros autores nativos de américa, ya sea de la época de conquista, de la colonial, anónimos casi todos, o bien contempo­rá­neos.
    Lo que reconocemos, pues, como literatura mexicana nos llega, es claro, por medio de esa lengua que es franca y que también es materna: el castellano.
    La realidad nuestra es un poco distinta, pero ello sólo contribuye a acentuar lo de la lengua, pues esta corresponde a un 95 %, en cambio las distintas etnias, entre las cuales sobresalen garífunas y misquitos, representan únicamente el restante 5%. entre todas.
    Por todo ello, dividir , para el estudio de la literatura hondureña, a ésta, en las mismas épocas que son funcionales para lo historia en general, es demasiado vago; porque no responde a una realidad literaria que históricamente se ha producido entre nosotros.
    Por esa razón yo descarto, en el presente estudio, la época prehispánica y asumo, con su relatividad explícita, la colonial para ciertas manifestaciones populares en las redundan, sin mayor intención estética, elementos estructurales que son comunes tanto al folclore como a la literatura de autoría individual.
    De ahí entonces que hablaremos de dos etapas: La colonial y la independiente.
    Respecto de las lenguas indígenas soy partidario más bien de que el estudio debe hacerse por lenguas, como sucede cuando hablamos de literatura rusa, alemana, francesa,etc.
   Cuando traducimos el Popol Vuh del maya-quiché, asumimos que este libro es Guatemalteco e incluso que forma parte de la literatura guatemalteca, pero ¿de cual literatura guatemalteca, de la maya o de la castellana? Y si es de la literatura maya, el universo del Popol Vuh crece por una parte, porque la familia mayense étnica y lingüísticamente se divide en 18 manifestaciones entre las cuales está precisamente el maya-quiché, grupo al que pertenece realmente el Popol Vuh. De modo que cuando hablamos del maya yucateco,para distinguirlo del maya-quiché o del maya-lacandón, etc. es como cuando diferenciamos el castellano del catalán o del portugués.
    Sin embargo es más acertado decir que son libros mayas, porque manifiestan una visión de mundo que difiere mucho de la "occidental o la cristiana", el Popol Vuh, el Rabinal Achí y los libros del Chilam Balán, que apuntarlos más estrictamente como parte de la literatura guatemalteca los dos primeros, y de la mexicana el conjunto del último.
     Lo que sucede es que en cualquier país hispanoamericano encontra­re­mos, en unos más que en otros, varias etnias nativas con sus lenguas vivas ( que no es el caso, por ejemplo, de los lencas en Honduras, mayoritarios en población, frente a los demás grupos, pero sin su propia lengua, muerta hace ya bastantes años). Predomina o se impone por lo general, lingüísticamente hablando, el castella­no, aunque haya países donde las etnias nativas represen­tan , a veces más del 50% de la población, como Guatemala, Mexico, Perú, Bolivia,por ejemplo.
    El caso de Honduras, sin embargo, es completamente diferen­te, sin ser productos de los barcos como Uruguay y Argentina, ni del predominio etnográfico nativo, como los mencionados antes, representa más bien una de las mejores expresiones de la confluencia de las razas de distintos continentes:Europea, americanos y africanos nutren la sangre de casi todos los hondureños: predomina en algunos más el mestizaje de hispano-indoamericano o en otros los indoafricano y en terceros, de pronto bastante marcado en la Costa Atlántica, la confluencia de los tres elementos:africano, europeo y amerindio, como sucede con los muchos misquitos, incluso y no se diga de los que somos realmente mestizos.
    Al hablar, pues, de las etapas de la literatura nacional, tenemos que tener presentes todos los elementos que hemos mencionado.
     Repito, aplicar los criterios de la historia en un sentido muy tradicional en este caso, no arrojan luz, sino confusión.
   Antes de ubicar las etapas voy a referirme a la lengua literaria que asumo, el castellano.

    Como no puedo negar que el castellano nos lo imponen con la conquista y durante la colonia hasta convertirlo en lengua materna, asumo que la literatura Hispanoamericana y por tanto, de existir, la hondureña desde entonces, arranca con la época colonial y no antes.
   Atropológicamente asumo cada etnia como culturalmente diferente a las demás. Por tanto la existencia de una literatura misquita o una maya quedan al margen de este planteamiento. De ellas, puedo, de algún modo, medir su influencia en el la literatura hondureña (castellana) hispanoamericana, o a la inversa, determinar el grado de influencia del castellano o de  inglés y de estas literaturas en el misquito y en su literatu­ra.
     Descartaremos para Honduras la posibilidad de una Literatu­ra prehispánica, por las características particulares de la población nativa de nuestro país para el momento en que irrumpen los españoles en nuestro territorio.
     Si lo asumimos por el pasado común que impone la colonia española que nos gobierna por medio de una capitanía general que tenía su sede en Guatemala, habría que considerar los referentes que siempre se han tenido, aunque a decir verdad estos no sean propiamente literarios, me refiero al Popol Vuh: libro cuyos valores predominantes son el religioso, el  ético y el históri­co. La influencia maya en nuestro territorio se limitó a una región únicamente. Al momento de la conquista la mayor influencia indígena sobre las etnias que habitaban el país es más bien la nahualt y no la maya, que se encontraba bajo idéntica situación.
    Descartamos está en función de que el interés nuestro, digo, entre criollos y mestizos por lo indígena surgirá con fuerza hasta el presente siglo. Significa esto que la literatura no conformó tradición, es decir no hubo continuidad. Donde pudo haberla: México, Guatemala, el perú, no se produjo como debiera para forjar tradición.
    Por otra parte lo que escribió El inca Garcilaso o Guamán Poma no tenía precisamente intención literaria aunque se nutriera efectivamente de ese pasado.
      Tampoco es literatura lo que escribe Bartolomé de la Casas, Bernal Días del Castillo y Fernández de Oviedo y tantos cronistas de la época.
      Repito lo indígena provocará interés en el presente siglo, todo lo que sucede antes no llega a conformar continuidad ni se vuelve representativo en el marco general de nuestra literatura en particular.



EPOCA COLONIAL
(ASPECTOS GENERALES)

     Esta época, cuya duración es de trescientos años,  ha generado siempre controversia para la clasificación.

        Los españoles, como era lógico, consideraron a los pocos autores de intención literaria, como hispanos, no como america­nos. Algunos lo eran por haber nacido. Los otros, los cronistas sobre todo, eran nativos de España, pero escribieron sobre la realidad americana de la época.

         La mayor parte de las crónicas, las más interesantes se escriben durante la exploración (descubrimiento para los europeos) y la conquista. Sobre esto vale la pena señalar que  quienes han fomentado la inclusión de autores y obras que no son literarias, en estos período con el único objeto de rellenar el espacio, represen­ta una temeridad.

     Ni el diario de Cristóbal Colón ni las Cartas de relación de los conquistadores ni las historias de Las Casas, Fernández de Oviedo, Bernal Díaz del Castillo, etc. son literatu­ra.

      Su lectura es enriquecedora y retomada como ha sido por muchos escritores en Hispanoamérica, España, además de escritores de otras lenguas, resulta provechosa, pero la esencia original no es literaria, sino  histórica.

       El que López de Gómara asumiera los inventos de algunos soldados y describiera a tono con sus propias creencias en su crónicas,inventando aquí, imaginando allá, no significa que su objetivo fuese el de hacer literatura.

       Lo que une encuentre desde el punto de vista formal como interesante, valdrá para hacer comparaciones entre la literatura española de la época y el lenguaje de las crónicas. No debe irse más allá.

       Afirmar que La Brevísima relación de la destrucción de indias  de Bartolomé de las casas es literatura o La Verdadera Conquista de la Nueva España de Bernal Días del Castillo es considerar sin valor los alegatos del primero y sin fundamento histórico los relatos del segundo.

        Que en muchos casos los cronistas inventaban, exageraban, mentían para beneficio de sus objetivos personales inmediatos, no es cosa de esas época, sino de todos los tiempos, y de muchos
historiadores.

    No hay historiador cien por ciento objetivo; pero no por ello  lo histórico debemos considerarlo litera­rio.

   La forma moderna de hacer historia, por asunto de método y fidelidad documental suele ser más objetiva, aunque al momento de interpretar los datos, parte esencial para entender mejor todo acontecimiento, siempre existirán divergencias.


    Sor Juana Inés de la Cruz es poeta colonial, Landívar en Guatemala, lo es aunque su Rusticatio Mexicana(Módena y Bolonia, en 1781 y 782, respectivamente) escrita en latín, nada represen­tará en su momento para la forja de una tradición literaria  en la Capitanía General de Guatemala.

    Cuando algunos estudiosos o críticos de la literatura han tratado de aplicar los métodos generacionales de Ortega y Gaset o Julián Marías , se han encontrado en este época colonial, con enormes vacíos.

   Así En Honduras, si se toma como primera generación la De Cristóbal Colón después vendría un largo período que solo podría llenarse con cartas de los oídores a la corona, con crónicas de la conquista hondureña, etc.

       Galel Cárdenas , por ejemplo, propone una serie de momentos que van desde 1474 hasta nuestros días. El primero de ellos es abarcador de 299 años (tres siglos) y lo denomina "Inicios de la literatura nacional". A partir del segundo momento los períodos se irán reduciendo: "Neoclasicismo: 1774-1803, preromanticismo: 1804-1834, Romanticismo: 1834-1863, etc. (Cárdenas ,Galel, Hacia un esquema generacional de literatura, en Primer simposio de Literatura hondureña, tegucigalpa, edit. universitaria,1991, pag. 107)

    Llama , por supuesto, la atención el de los 299 años y el cuál como el mismo Galel apunta: "esta práctica literaria la r0ealizan los españoles o los criollos educados en el virreynato de Guatemala o México como centros culturales de la región" (op. cit. pag. 109).

     Una cosa es cierta, Honduras  tal como la conocemos actualmente se constituye  hasta que se disuelve la Federación Centro­ame­ri­ca­na, antes compartió su historia, su economía y su actividad cultural con mayor cercanía con el resto de Hispano­américa, especial­men­te con la provincias que conformaban la capitanía de Guatema­la.

      En Honduras como tal, durante los 300 años del régimen colonial sólo encontraremos esporádicas manifestaciones que  estarán marcadas por la retórica de algunos obispos reconocidos como intelectuales, término que refleja mejor los privilegios del clero como responsable de la educación y la cultura de las antiguas provincias.

    Estos sin embargo, no destacan dentro del país sino lejos de nuestras fronteras: Lino Fábrega fue intérprete del códice Borgiano, en su destierro en Bolonia y Juan de Ugarte fue civilizador de Baja California.

        En "Historia intelectual de Honduras, Rafael Heliodoro Valle, dice, haciendo referencia a la época colonial: "La provincia hondureña era una de las más atrasadas, si no la más, en todo el cuadro histórico de la Capitanía general de Guatema­la."(Historia de la cultura Hondureña, pag. 188) Lo más represen­tativo de la colonia , y durante mucho tiempo olvidado, en materia de literatura lo habrá de constituir el teatro.
        
EPOCA COLONIAL
(EL TEATRO)

    El teatro, por ser durante esa época, además de una expresión artística,un medio de comunicación masiva, constituyó, para los fines de los evangeli­zadores, el arma más efectiva.
       El uso del teatro con afán didáctico es tan antiguo como las religiones. Danza, música, teatro  estuvieron siempre estre­cha­mente relacionados a los rituales que se celebraban en honor a la divinidades. Así sucedió en Europa, entre los griegos,  así sucedió tambien en América, como bien los describen varios cronistas y como puede uno descubrilo en a través de la lectura de antiguos textos, mucha riqueza expresiva, que sobrevivieron a la conquista y colonización.
      El Rabinal Achí, cuyo valor va más allá de lo que significa para nosotros actualmente el teatro, es una muestra de este teatro donde confluyen muchos elementos antropológicosl, como ocurre con mucha literatura griega en su momento.
      Durante la Edad Media en Europa la Iglesia se apoyó, por ello, mucho en el teatro. La represen­tación dramáti­ca resultó siempre más efectiva que la oratoria.
      En nuestro país, sin que algunas de estas obras sean exclusivas de nosotros encontramos varias piezas coloniales de carácter dramático , algunas de las cuales se han seguido representando hasta fechas recientes, como el Baile de los diablitos o  tragedia del suplicio de  San Sebastián que se representaba en fechas determinadas cada año en Comayagua, algo similar sucede con El guancasco en los pueblos lencas.
    Las particularidades de este teatro son pues, su afán didactico, su temática religioso, cuyo contenido procura influir en los espectadores. Es igualñmente anónimo y, en algún momento, su autoría se vuelve colectiva por los cambios que se producen de una generación a otro, sobre todo cuando se pierden los textos escritos de cacrácter oficial.
     Francisco Salvador Aguilar Cerrato con Alma Caballero, hicieron hace algunos años una aproximación al teatro colonial y señalan para él , más o menos, las características dichas arriba.
     En el trabajo de los autores mencionados(Teatro en Honduras, editado por Sectin,se incluyen muestras de tres piezas de Teatro colonial "netamenete " hondureño: El drama de san Sebastían o Baile de los diablillos, con "actores comparsas, máscaras de diablos y vestuario de la época colonial que se repersentaba todos los años entre el 18 de enero y el dos de febrero, días de Sanb sebastían, el primero y de la virgen de la Candelaria el segundo.
     Se trata , dice Francisco Salvador, " martorologio de del capitán de la guardia pretoriana en Roma, Sebastián, durante el imperio Docleciano. Sebastián se ha convertido en cristiano y apoya a su grupo; el emperador le exige reniegue de su nueva creencia; este se resiste y es martirizado a flechazos; su muerte redime a sus enemigos; los diablillos o cómplices de los paganos ( en este caso los indígenas) , se convierten al cristianismo.


    Otra pieza es lEl baile de Moros y Cristianos de Trujillo, conocida también como Baile de las tiras o las cintas. Lo han representado los garífunas  usando vestuario brillante y manteniendo un texto que lógicamente debió haberse originado en España, pues, como sabemos el conflicto planteado reproduce el pletio de siglos, de caràcter religioso que hubo en España, entere moros (árbes y judios) y cristianos (catíolicos españo­les).
        
No se produce sino hasta la época independiente teatro colonial en Honduras, de autoría individual.
José Trinidad Reyes, es en verdad, un autor colonial, aunque toda su producción la haga en pleno época independiente. Ello significa que su mundo intelectual y espiritual correspondía todavía a las ideas y al espíritu de la colonia.
    Salvo algunos poemas en que se manifiesta lo patriótico, que se canta a la libertad y a la independencia. Reyes, muestra, en sus obras de teatro: las pastorelas, piezas que se inspiran en obras similares de la tradición religiosa de la literatura española de la edad media, su clara intención didáctica. El propósito de Reyes es el mismo de los evangelizadores de los años de la conquista y de la colonización posterior.
    Dicha actitud y el retraso nuestro frente a otros países es comprensible debido a que jamás existió tradición literaria durante el período colonial en nuestro país.
   Desde luego el marco de la literatura colonial , no puede circunscribirse a Honduras , tal como hay la conocemos, sino a la provincia que formaba parte de la capitanía general. En ese sentido lo que se hacía en León y en Guatemala será lo mas destacable. En León el clero fundamentalmente, y Guatemala sin estar desplazado este , algunos criollos (nobles) que acceden al conocimiento  a través de la universidad de San Carlos.
    No es casual que Rayes proceda de Nicaragua, es decir, que se haya formado religiosa e intelectualmente en León.
    También es cierto que a finales del período colonial y como producto de la influencia napoleónica en España, a comienzos del siglo xix, habrá mayores posibilidades para otros sectores tradicionalmente marginados del conocimiento.